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11/10/2020

Entre arriesgarse a un contagio o morir de hambre


En la Guajira más del 90% de la población se dedica al comercio informal y tras la pandemia la mayoría de ellos se reinventaron, algunos optaron por huir de la crisis dedicándose a otros oficios en el interior de Colombia.

Por, Algimiro Montiel - Red Comunicaciones Wayuu

Para muchos la pandemia lo cambio todo, unos quedaron sin empleos, otros simplemente se adaptaron a la realidad y buscan sobrevivir de ella. Desde vender leña, hacer mandados en bicicleta hasta implementar el cobro de peajes en la trocha es una de las realidades más duras que les toca soportar a los de frontera, quienes viven en los sitios más apartados, donde la sombra del gobierno solo llega en momentos trágicos.


María Pushaina, vive a más de tres kilómetros de la carretera Troncal del Caribe, en el Sector Arepeta, del Municipio Guajira en Venezuela. Su cotidianidad antes de la aparición del Covid-19 era vender tinto en la parada de carros en Guarero, donde en un par de hora lograba distribuir los dos termos que acostumbraba traer desde a las 5 de la mañana, para luego hacer la compra e irse a casa. Pero tras la paralización total del país y junto a ella la vecina república de Colombia cerro sus fronteras, a María no le tocó de otra que detenerse por un largo mes que hizo que la crisis llegara al fogón y la ración diaria de comida disminuyera hasta tal punto de saltear los días para probar un plato de comida, su mamá una anciana de 78 años también le afecto los estragos del hambre, sus dos hijas de 7 y 9 años también lloraban del desespero y ante la realidad de ser madre soltera se armó de valor y con un dinero prestado comenzó a hacer chicas de maíz, envasarlos en recipientes de un litro y ofertarlo en las zonas pobladas más cercanas.


Sus madrugadas dejaron de ser frías, las cortaba con unos puñados de maíz que echaba al molino para hacer el producto y así comenzó su faena, el primer día su miedo por contagiarse de la enfermedad la detenía un poco pero el instinto materno de darle de comer a sus hijas la motivó a seguir y con un tapabocas hecho con telas cubrió medio rostro y salió al mercado de Los Filuos a unos nueve kilómetros de su casa, allí ofertaba su mercancía, la chicha de un litro en dos mil pesos y la de litro y medio en 3 mil, “Tiene azúcar y está recién hecha” sonreía mientras soltaba esa frase. Eran pocos los que compraban y con las ganancias se llevaba dos kilos de maíz, un kilo de azúcar y arroz si alcanzaba.

El trajín de ida y vuelta a pie es su diario, lo complementa con unas cuantas vueltas al molino y la enfriada de la chicha, en pocas palabras la supervivencia es mas fuerte que el cansancio y la misma enfermedad que se oía venir a su territorio desde esa fecha, según ella nadie ha muerto de eso pero si se han enfermado, “Tuve miedo al principio de que me consiga el virus y  contagiar a mi familia, pero no podía detenerme viendo a mi madre y mis hijos sufrir por hambre” relata la mujer quien además dice que se cuida de la pandemia con bebidas a base de ramas medicinales calientes que se toma al salir y regresar de cada venta, y asegura que deja en mano de Dios la mejor parte.




En el municipio fronterizo, tras la cuarentena radical que implementa el estado Venezolano muchas familias han emprendido buscar sobrevivir con la venta de palos secos que sirven para cocinar en los poblados ya que tras la crisis que sufre el país no permite el acceso al gas lo que hace rentable esta labor para muchos wayuu, la instalación de pequeñas bodegas a un lado de la carretera también es una de las iniciativas que cobra mayor auge ya que la compra de alimentos en pequeñas cantidades se ha vuelto cotidiano, junto a ello los niveles de desnutrición han aumentado a cifras alarmante, de 18 casos registrados en Febrero, y a la fecha se reportan 250 casos según la Ong Comité de Derechos Humanos de la Guajira. 


“Esto nos tocó fuerte a todos, desde los que tenían estabilidad económica hasta los que vivíamos de un diario porque podemos sacar algo para vender, pero nadie está trabajando y no tienen con que pagarnos, por lo menos lo que hago con la chicha me sostiene para comprar la comida del día y llevar el maíz para seguir haciendo, aunque a veces el día es duro y me toca volver sin vender nada” relata María Pushaina.

Actualmente no hay cifras reales por parte de las autoridades de salud en la región zuliana sobre el Covid-19 en el municipio Guajira pero los casos de personas con síntomas alusivos a la enfermedad se han presentado en varias localidades hasta tal punto de algunas muertes que no han sido confirmadas, pero aun así quienes hacen vida en el comercio informal aseguran intentar sobrevivir pese a la situación de pandemia ya que de lo contrario el hambre pudiese acaba con ellos.

1 comentario:

  1. Lamentablemente está situación la viven muchísimas familias a lo largo y ancho de nuestro departamento.
    Cuando la pandemia comenzó hubo unas pequeñas ayudas pero no llegaron a manos de todos

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