Juyapü Namüin Wayuu – El Invierno para el pueblo wayuu

 “Tü Juyakaa alüjasü emiraa namüin Wayuu, a’yataashii sulu’u na’apainshi, apünajüshii wiirü, kepeshuuna, meruuna, kalapaasü, maiki, waana. Kekülesü mmapa’kaa sümüin mürülü otta kalu’usu wüin tü laakalüirua” – “la temporada invernal trae abundancia para el pueblo wayuu, trabajan en su huerta, siembran auyama, frijol, melón, patilla, maíz, sorgo. La tierra reverdece y los animales tienen vegetación para alimentarse además los jagüeyes se llenan de agua”.

Desde la visión Wayuu, un pueblo asentado en una península de climas cálidos, con poca vegetación en zonas de bosques secos semitropicales al sur del departamento de La Guajira y en la serranía de la Makuira, pero con una extensión de tierra mayormente de sabana semidesértica; la época invernal representantes la esperanza de pervivir en su territorio. Las fuentes de agua en esta tierra son muy escasas y las lluvias proveen el agua para abastecer los arroyos y surtir las venas de agua subterránea que se extraen a través de los pozos o casimbas.

Yanama en la comunidad Maajalii, Manaure.

En la comunidad se hacen las Yanama (trabajo colectivo) para limpiar las huertas desde julio y agosto para finalmente comenzar a sembrar con las primeras lluvias de septiembre, pero son las lluvias de octubre y noviembre las que aseguran una buena cosecha. Esta es una temporada esperada durante todo el año para abastecerse con los frutos de la tierra. Convirtiéndose en un elemento fundamental para la economía tradicional que depende de los cultivos estacionales y el pastoreo que depende principalmente de la vegetación local, contar con buenas lluvias garantiza el reverdecimiento del desierto para alimentar los chivos, ovejos, vacas, caballos y burros.

Por otra parte las fuertes lluvias actualmente representan para las comunidades un aislamiento debido a la falta de vías de acceso pavimentadas, los caminos se convierten en arroyos impidiendo la movilidad en algunas comunidades, al punto de que las clases se suspenden en los colegios de la zona rural por la imposibilidad de ingresar a los centros educativos. Los viajes a centros poblados se suspenden por falta de transporte y la vida se resume a las actividades comunitarias

Por otra parte la realidad actual en las zonas urbanas es distinta por las dinámicas diversas del territorio, alejados del pensamiento tradicional que celebra la época de lluvias en los centros poblados las condiciones en las que se viven condicionan este concepto a problemas que se suma a la cotidianidad, con trabajos presenciales que requieren la asistencia aún en tiempo de invierno, clases y diligencias no se detienen, las alcantarillas se desborda por los arroyos que se forman en las calles anegadas y convertidas en arroyos temporales.

Sumamos a estas condiciones comunes de la urbanidad los problemas de los asentamientos migrantes y las invasiones en Riohacha, Maicao y Uribia, dónde las calles destapadas se convierten en charcos de agua ideales para los mosquitos que los usan de criaderos, disparando los índices de enfermedades asociadas a estos insectos que las transmiten, aumentan los índices de enfermedades de la piel como hongos y bacterias.

Los asentamientos no cuentan con atención de fumigación y son hoy en día ollas dónde se sirven caldos de distintas enfermedades y virus que se propagan sin control alguno.

Miradas contrapuestas de una época muy mal atendida por los organismos encargados que ya saben que para estas fechas son comunes las lluvias pero como si la memoria fuera corta, los problemas del invierno son suspendidos una vez se va la lluvia y no es hasta que vuelven las lluvias que los representantes del gobierno recuerdan que deben dragar los arroyos cercanos a los centros poblados, que deben desahogarse de la basura lo canales de agua, que se debe pavimentar y estar prevenidos con las herramientas para manejar las lluvias que visitan todos los años para estas fechas de octubre y noviembre.