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5/28/2020

“La dote wayuu no puede justificar violencia ni delitos”

El indignante video en el que se ve al locutor Fabio Zuleta hablar con un supuesto palabrero wayuu, llamado Roberto Barroso, de comprar niñas y mujeres de ese pueblo indígena para explotación sexual, puso de presente una discusión profunda sobre los derechos sexuales y reproductivos de la mujeres en esa comunidad y los límites de la cultura y justicia indígena propia.
El tema no es nuevo, pero casi siempre se da desde la “experticia” de los arijunas (los no indígenas) que los wayuu sienten invasiva. Por eso, para tratarlo hablamos con una mujer wayuu, líder, que además es feminista y junto a varias otras paisanas está tratando de plantear el debate de las costumbres machistas desde dentro de la misma Nación indígena wayuu.
Se llama Jazmín Romero Epiayu, es miembro del Movimiento feminista de niñas y mujeres wayuu, fue candidata del Polo a la Cámara por su departamento en el 2018 y representa una nueva generación de mujeres wayuu más conocedoras de sus derechos.
La Silla Vacía: ¿Sobre el video de Fabio Zuleta, muchos han pedido no estigmatizar la cultura wayuu, ¿qué opina del tema?
Jazmín Romero Epiayú.: Este video no es una sorpresa, pero no deja de ser un episodio cruel y bochornoso para la cultura, en especial para las mujeres indígenas.
Pero más allá del video, creo que hoy se debe debatir el tema de las violencias basadas en género desde la cultura wayuu, unas no tan visibles. Porque existe, está latente, está a la orden del día. Nosotros no podemos esconder eso.
El debate en los medios se refería a la dote como algo propio de la cultura. Desde nuestra organización hemos criticado ese tema pues lo consideramos como uno de los propiciadores de la violencia sexual, ha justificado el matrimonio de las niñas a temprana edad de nuestras comunidades.
Nosotras no nos vamos a callar, estamos empoderadas y sabemos que esto le puede tocar el hilo a muchos ‘varoniles’ de nuestras comunidades, pero netamente machistas dentro de la cultura.
No es desde ahora que se viene estigmatizando y se viene dando este tipo de folclorismo con la cultura wayuu. Ese video tiene un alto componente de discriminación racial. El señor Zuleta se burla de nosotros y vemos cómo el entrevistado es alcahueta de toda esa situación. Es bastante vergonzoso.
L.S.V.: Dice que la violencia sexual debe ser vista más allá del video, ¿cómo es hoy la situación?
J.R.E.: Mira, lo primero que hay que decir es que denunciar esto no es pasar por encima de la justicia propia que tenemos los pueblos. Pero hoy hay tratados internacionales, convenciones y todo esto está en la Constitución que se debe respetar.
Desde nuestra organización y nuestro trabajo en las bases de nuestras comunidades hemos visto diferentes casos y hemos identificado diferentes formas de violencia sexual.
Por ejemplo, el tema del matrimonio en las niñas a temprana edad. Ese un tema que está bien tapado, se mantiene en el cofre. ¿Por qué nosotras tenemos que quedarnos con el cuento de la dote? No, ese es un tema a que se debe cuestionar.
En pleno siglo XXI no se pueden seguir permitiendo estos actos tan atroces como los matrimonios a las niñas que muchas veces son entregadas a los hombres de mayor edad. Ellas son entregadas a unas personas, sin vivir una fase del enamoramiento, de enamorarse como cualquier otro ser, como cualquier otra mujer de la sociedad occidental. Y esto no se cuestiona bajo la idea de que ‘es así la cultura’.
L.S.V.: Ese es el debate que abre este video ¿pero decía que hay otras formas de violencia no tan visibles?
J.R.E.: Hay muchas niñas, por ejemplo, que no tienen acceso a la educación y se les somete a trabajo de explotación. Muchas veces son intercambiadas. Ese es un caso bastante relevante en La Guajira. Muchas veces ciertas personas arijunas o los familiares que deciden vivir en entornos urbanos se llevan a estas niñas para que sean empleadas de servicio doméstico con el cuento de que ‘la voy a poner a estudiar’.

Sí, las ponen a estudiar, pero las explotan en el tema laboral. Las ponen a trabajar y dicen que con eso se paga el estudio. Hay muchísimas wayuu haciendo ese trabajo en las zonas urbanas. Este es un tema que no se ha podido esclarecer porque esta cultura es una cultura netamente machista.
Los derechos de la mujeres indígenas en la práctica no son reconocidos
J.R.E.
L.S.V.: Como matiz, en la cultura wayuu las mujeres juegan un rol muy importante. Son las que, por ejemplo, heredan el apellido al clan...
J.R.E.: Se dice que es matriarcal pero por el tema de consanguinidad, por el tema de la sangre que está dado por la mujer. Pero es solo eso. Si vamos más allá, es una cultura totalmente machista y una de esas características es esto que venimos hablando. Los que tienen potestad sobre las niñas son los hombres. Ellos son los que determinan muchas veces qué hacer con esa mujer. El varonil en ese núcleo familiar es el que toma la determinación, el que decide qué hacer con las niñas. Entonces estas niñas se ven muchas veces sometidas a ese tipo de comportamiento, a que lo tienen que hacer porque no tiene otra opción, y no están empoderadas en sus derechos como mujeres.
L.S.V.: ¿Cómo ha sido dar una lucha feminista al interior de la comunidad wayuu?
J.R.E.: Muy duro, demasiado duro. Ha sido un proceso bastante fuerte. Nos han cuestionado, nos han estigmatizado, se han burlado de nosotras también. A mi me dicen muchas veces, en tono de burla, que estoy ‘occidentalizada’. Me dicen que estoy descontextualizada de nuestra cultura. Muchas veces nos declaran como personas no gratas y dicen "no escuches a ellas porque están locas, están metiéndole cucarachas a las mujeres en las bases". En ese campo nos han tenido.
Este debate, que sale a la luz pública en medio de la pandemia, se debe posicionar y lo vamos a hacer. Ya estamos mirando la posibilidad de hacer un debate entre varias mujeres feministas de otros pueblos de Colombia para poder posicionar este asunto y denunciar públicamente las cosas que no están bien.
Con esto no esto diciendo que yo esté en contra de mi propia cultura, no señor, yo adoro mi cultura, de hecho soy auténtica en mi cultura porque yo nací en el seno de una familia autóctona, auténtica con todas su tradiciones. Pero el hecho de que yo sea wayuu, no significa que yo tenga que ocultar lo que está mal y lo que uno puede denunciar. Estamos en otras eras, estamos en el pleno siglo XXI donde hay tratados, donde hay convenios, donde hay una avance muy significativo en derechos fundamentales de las mujeres.
L.S.V.: ¿Cuáles cree que deberían ser los límites de occidente, los arijunas, y las comunidades en el marco de este debate?
J.R.E.: Hay una debilidad de la justicia ordinaria, y que refleja una debilidad estatal. Estos tratados que yo te estoy mencionando, y que tu debes conocer, las convenciones internacionales, los tratados internacionales contra las violencias en contra de las mujeres y en contra de la niñez, todos esos derechos están consagrados. En la Constitución están claro pero ¿en qué se ha quedado el Estado?
Los derechos de la mujeres indígenas en la práctica no son reconocidos. Porque la justicia ordinaria siempre ha dicho que esos son temas que se deben resolver desde la justicia propia, porque cada cultura tiene su propia justicia. Pero resulta que esa justicia propia hoy está cuestionada porque no contempla todos estos asuntos que hoy estamos debatiendo.
Hay una debilidad institucional que no ha podido sentarse a hablar con la justicia propia, ni mucho menos con las mujeres empoderadas de estas comunidades, no han podido identificar grupos que puedan direccionar o dar un enfoque a este asunto de la violencia de género en el seno de las cultura indígenas.
Y esto no está solamente en los wayuu, te hablo de otro pueblos donde hay situaciones más perversas todavía. Frente a este asunto hay que cuestionar al Estado y a las instituciones porque no están haciendo su trabajo para erradicar el problema de las violencias en contra de las mujeres en las comunidades indígenas.
Hay una especie de choque. Tengo el caso de una mujer que fue a denunciar que su marido la estaba maltratando, y la respuesta fue "no, ustedes tienen su justicia propia, resuelvanlo por allá".
Y ahí volvemos al tema de la dote que le da la palabra al marido. Que hace que los temas de violencia se pretendan pagar con dinero. El agresor puede pagar su falta, pero mañana seguirá habiendo una impunidad en todas sus esferas.
L.S.V.: Para que quede claro, explíqueme cómo funciona la costumbre de la dote…
J.R.E.: El tema de la dote, según nuestra tradición, es una compensación entre familias, sea para matrimonios o para pago de ofensas. El significado, en su esencia, es una compensación para que exista un lazo de unidad entre diferentes clanes o familias. Es la armonía entre familias. No es visto como un negocio, en principio.
En el tema de matrimonio, la familia de la mujer le manda la palabra, el mensaje, a la familia del hombre diciendo que quieren que su hija se case. Pero muchas veces las mujeres no lo quieren realmente.
Y aquí radica el problema y el debate. Porque esto ha justificado el matrimonio infantil. He ahí la discusión que nosotras hemos dado como mujeres feministas dentro de la comunidad. Esto es una tradición que busca generar lazos, eso está muy bien, pero no puede justificar las violencias, ni delitos. Eso no se puede disfrazar.
L.S.V.: ¿Cómo se debería hacer justicia dentro de esta lógica?
J.R.E.: Hacer justicia parte por crear una política clara sobre el tema. Tener una justicia propia, pero que nos incluyan como mujeres indígenas. Pero también parte por empoderar a las mujeres para poder exigir y denunciar este tipo de violencia, de lo contrario nunca habrá avances.
L.S.V.: ¿Cómo define ser feminista wayúu?
J.R.E.: Muy fácil. Ha habido una pelea de los pueblos indígenas por los derechos colectivos. Lo que nosotras peleamos es que dentro de eso, haya un derecho individual para las mujeres. Como feministas defendemos ese derecho colectivo, pero también el de nosotras como mujeres.
Defendemos los derechos de la madre naturaleza, y de todas las personas que conviven con ella, pero más que todo nosotras estamos trabajando en la formación de niñas wayuu para poder empoderarlas en todo lo que tiene ver con los derechos sexuales y reproductivos.
L.S.V.: ¿Cómo se ha visto la idea de los derechos sexuales y reproductivos en las comunidades?
J.R.E.: Es un tema tabú. Es un tema muy difícil. Es una cultura que ha mantenido ese tabú por muchos años. Pero cuando empezamos a explicar todo el contenido, la cosa cambia y se amplía el conocimiento. Porque ninguna cultura es estática. Las culturas tienden a cambiar. Dentro de esos cambios tiene que haber cambios positivos.
Pero también hay formas de hacerlo desde la cultura. Por ejemplo, nosotros hablamos de la vagina desde Wolunka, un mito de nuestra cultura que cuenta el origen da la vagina de la mujer wayuu, para llegar de una manera más fácil. Pero también somos enfáticas en la importancia del cuerpo para nosotras, y por qué tenemos el poder sobre él y somos autónomas y podemos decidir sobre nuestro cuerpo.
No todas pensamos igual y todavía estos temas se ven con mucho miedo
J.R.E.
L.S.V.: ¿Cómo se ve por ejemplo el tema de la planificación en las comunidades?
J.R.E.: Mira, ahí se refleja mi punto. Los métodos que usan los hombres son algo que se utiliza fácilmente, se acomodan fácilmente. Pero a nosotras no nos permiten acomodarnos a cosas que son para el beneficio de nuestro cuerpo. ¿Por qué carajos por ser mujeres se nos prohíbe, nos critican y nos fusilan por utilizar ciertos métodos? ¿Y por qué carajos no se cuestiona a los hombres cuando utilizan otros métodos?
En las comunidades es un tema muy complicado. Hay muchas críticas porque se dice que se le está quitando el número de personas a la familia, porque la familia wayuu tiende a ser muy grande y por lo tanto nos tenemos que reproducir. Es un tema de tabú muy grande.
L.S.V.: ¿Estos temas incluyen al aborto?
J.R.E.: Eso es algo que estamos debatiendo. ¿Cómo tu le dices a una niña que tenga un hijo cuando esa niña ha sido violada? Eso es algo que hay que discutirlo y es un tema que tendrá que determinar esa persona, por eso hablamos de empoderamiento. Empoderarla es que reconozcan su derechos y que ellas decidan qué es lo bueno y qué es lo malo para ellas. Y no que un hombre decida sobre lo que es bueno para ellas.
Y volviendo a la indignación que ha generado el video, eso lo que demuestra es que cada vez hay más mujeres que reconocen sus derechos dentro de las comunidades.
L.S.V.: ¿A qué atribuye ese cambio?
J.R.E.: Muchas mujeres ya han entrado al mundo de la educación, se han preparado mejor, se han empoderado más. Muchas han salido de sus comunidades y están en espacios de participación organizativa, son etnoeducadoras, muchas son activistas. Muchas mujeres son líderes ahora.
Por supuesto, no todas pensamos igual y todavía estos temas se ven con mucho miedo. No todas están encaminadas con lo que nuestra organización está haciendo. A nosotras nos dicen que estamos locas, pero nosotras insistimos en que lo fundamental es trabajar con las niñas y los niños.

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