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7/25/2017

Lo que la naturaleza nos da el gobierno nos lo quita

Fotografía de Ángel González

Ramona tiene las tetas secas y ni gota de leche produce para alimentar a su bebé de pocos meses, no tiene nada que ofrecerle porque al igual que su hija también padece  hambre. No está lo suficientemente tranquila como para reflexionar acerca del por qué ella, su hija y su comunidad en general están abocadas a tan precaria situación, inmersos en un territorio bendecido con riquezas naturales de todo tipo. Carbón, gas, petróleo y viento raudo que no cesa de soplar capaz de mover molinos inmensos que producen energía, tanto en tan poco terreno. Por lo visto la riqueza del territorio Wayuu es la maldición de su cultura y pervivencia.

La mujer indígena de rostro surcado por profundas cicatrices no conoce el significado de la palabra corrupción porque en su lengua indígena no existe (tampoco existían los corruptos, al menos hasta que el alijuna con su corazón infecto de ambición arribó a las comunidades contaminando a muchos líderes que se han prestado a ese juego), desconoce así mismo los escándalos de malversación de fondos que ha llevado a la cárcel y a la picota a los últimos cinco gobernadores de su departamento. Ramona no sabe que en el segundo semestre del año pasado el detrimento patrimonial en su departamento ascendió a 19.868 millones de pesos… con tan solo algunos pocos habría solucionado la hambruna en su ranchería. Ignora de igual manera que según el Gobierno Nacional se han invertido más de cinco mil millones para solucionar la hambruna de más de mil doscientos niños diagnosticados con desnutrición severa y crónica.

Ella no tiene ni la más mínima idea que la Comisión Interamericana de Derechos Humanos instó al gobierno colombiano a adoptar medidas urgentes para atender la desnutrición de los niños Wayuu y especialmente en los municipios de Uribia, Manaure, Riohacha y Maicao. En vista que no maneja las redes sociales (tan solo manipula y con destreza envidiable las agujas e hilos con los que teje mochilas) no supo que la Corte Constitucional conminó al gobierno a "diseñar, coordinar y ejecutar un plan eficiente y eficaz que dé solución integral y definitiva a las dificultades de desnutrición, salud y falta de acceso al agua potable y salubre de los niños y niñas Wayuu"

Ahora, tal vez es mejor que no se dé por enterada de ninguna de esas ordenanzas y dictámenes porque, de haberlo sabido, a la hambruna e inanición de su hija le habría sumado la frustración al ver que la orden dada al ministerio del Medio Ambiente de "prevenir el riesgo ecológico de la desaparición de las fuentes hídricas de esa región para proveer el acceso al agua potable" se quedó en papeles al igual que la misión encomendada al Ministerio de Agricultura de desarrollar planes agropecuarios con los cuales se mejore y facilite el acceso de alimentos al pueblo indígena de La Guajira. Y ni qué decir del desoído mandato a la presidencia expedido por el mismo tribunal respecto a entregar mes a mes y a un tribunal local un reporte referido a las acciones desplegadas.

Ramona no sabe nada de eso y tal vez es mejor que lo desconozca. Tan solo sabe que la solidaridad entre el Wayuu está vigente y por eso acudió de urgencia a los suyos, a sus parientes y consanguíneos que sin cortapisas, ni papeles, ni nada a cambio le darían su brazo. Y entonces fue pronto a la ranchería de la señora Elba, no quería que su hija muriera de hambre ni que se sumara a la lista de cincuenta y seis niños (la cifra varía según la conveniencia de la fuente que la cite) fallecidos por desnutrición en lo corrido de 2016, cifra que supera en 19 casos a los registrados el año 2015.

Ramona no es suspicaz porque su malicia indígena fue consumida por su cuerpo hambriento, siendo así y entonces no tuvo la picardía suficiente para discernir y reflexionar acerca del ¿por qué hasta ahora el gobierno se preocupa por la situación del Wayuu cuando de tiempo atrás se venía presentando?... algunos hilan fino y dicen que obedece ello a que las multinacionales allí presentes (como El Cerrejón con gran incidencia en los gobiernos regionales) se pueden beneficiar al encarnar buena parte de la solución con la Responsabilidad Social que las asiste.

Caminó con la pequeña a cuestas que no paraba el berrinche, tan famélica estaba que su llanto no precipitaba lágrima alguna, si no tendría ayuda oficial al menos tendría un nombre que pondría en su lápida en caso de morir y por eso la llamó Carolina. Pronto llegó a la casa de su pariente en donde fue escuchada, alimentada y comprendida, así, sin papeleos, sin galimatías ni enredos fue recibida. Hoy han pasado tres años desde aquel entonces, la niña le fue arrebatada de las manos de la muerte, del desprecio oficial, de la corrupción regional, de los atropellos de las empresas que espantaron los peces, alejaron los animales, contaminaron las pocas fuentes de agua y acorralaron al indígena en la miseria. Ahora la niña come sin parar como queriendo olvidar por siempre aquellos días duros de insomnio y dolor.

Ramona no sabe quién es Cristina Plazas Michelsen (directora del ICBF), desconoce quién es Luis Gilberto Murillo (minambiente) y Aurelio Iragorri (minagricultura), tan solo sabe que fue abandonada y despreciada por el estado colombiano y por las instituciones responsables de hacer algo frente a su difícil situación, sabe ahora que lo único que tiene el Wayuu es a su familia, la solidaridad entre hermanos y el apego a la cultura.

Carolina corre feliz por las playas del Cabo de La Vela - Jepira.

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